Después del almuerzo Margarita se sentaba amamantar a su bebe en el segundo piso de su casa en Arbeláez. Mientras amamantaba a su bebé, observaba al frente de su casa un ternero que tenía la misma edad de su bebé. Casi todos los días lo veía a esa misma hora amarrado y comiendo pasto. Cerca del ternero amarraban a su madre y todo el día los mantenían separados. Margarita no entendía porque debían vivir así. A veces se sentía igual que la vaca y el ternero, aunque no estaba separada de su bebé, si se sentía que estaba amarrada a su casa y que poco tiempo tenía, por estar todo el día haciendo los oficios de la casa. En el segundo mes del nacimiento de su hijo, después de tanto observar al ternero, decidido llevarle en la mañana los pellejos y cascaras de los vegetales, que sobraban de la preparación de la comida. Incluso iba con su bebe a llevarlos. Después de unos días, de estar llevando la comida al ternero, lo llamo: David, igual que a su hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario