Después de unas vacaciones en Bogotá, Leila volvió a retomar las actividades en la panadería, el viaje a Bogotá le había permitido conocer un nuevo tipo de pan, que le gustó mucho, al cual llamaban pan de durazno. Preguntó al panadero si sabía prepararlo y dijo que no, pero que podían intentar hacerlo. Todas las mañanas una de las empleadas le traía unos panes de durazno y los comparaba con los que hacía el panadero. Un día decía que estaba muy esponjoso, otro que muy blando, otro que le faltaba consistencia, otro que le faltaba durazno, otro que el durazno estaba muy blandito, otro que los trocitos de durazno no debían ser frescos, etc. Por fin un día, dijo que sí, y ordenó hacer la primera venta del producto. La novedad del producto hizo que muchas personas de la comuna quisieran probarlo. Por ser la primera en vender pan de durazno en la comuna obtuvo muchas ganancias que le permitieron abrir otros puntos en otras comunas en los primeros cinco años. Después de cinco años todas las panaderías de la comuna hacían pan de durazno.
Minicuento 521 2025
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