En el momento, en que Isaabel leía: y olfateó por último los calzoncillos y las medias y el pañuelo de hilo con su monograma bordado. No había la menor sombra de duda: en cada una de las prendas había un olor que no había estado en ellas en tantos años de vida en común, un olor imposible de definir; no pudo seguir leyendo, el libro le fue arrebatado, por un perro que nunca había visto. Era un perro muy grande de pelo corto y gris, que había saltado la cerca del frente de la casa, sin darse cuenta, y corrió con el libro en el hocico hacia el parque principal de Cabrera en Cundinamarca.
Dos días antes, Isaabel había solicitado el préstamo del libro: Amor en los tiempos del colera de Gabriel García Márquez en la Biblioteca Pública del Municipio. Estaba en vacaciones de mitad de año. Y cómo la mayoría de las vacaciones iba algunos días a pasar vacaciones con sus padres. Había decidido leer ese libro y olvidar por un tiempo las matemáticas. Se había graduado en la Universidad de Cundinamarca en Matemáticas y era profesora en un colegio de Fusagasugá.
Cuando llegó al parque, preguntó si habían visto al perro. Pero, todos le decían que, nunca habían visto un perro tan grande. El perro era un perro de figura delgada, atlética y fuerte. Isaabel era bajita y lo vio igual de alto a ella. Ella medía un metro con cincuenta, no era tan alto como ella, solo medía un metro en cuatro patas, pero cuando corría y saltaba parecía mas grande. Cuando, se paraba o caminaba en dos patas, alcanzaba a medir casi dos metros. Era un gran danés.
Mientras, preguntaba por el perro, vio al perro en las largas escaleras que suben por la montaña desde el parque. Desde la escalinata el perro observaba a Isaabel. Isaabel se quedó viéndolo y no sabía que hacer, nunca había tenido que atrapar un perro tan grande, además, estaba confundida, no sabía nada de ese perro, y mucho menos de quien era. El perro tenía el libro en el hocico y ya estaba babeado. Isaabel intentó que le devolviera el libro hablándole de manera cariñosa, pero el perro se desentendió de lo que le decía y no se lo devolvió. Dejó de insistir en acercarse al perro, cada vez que trataba de acercarse un poco, el perro se alistaba para salir corriendo. Por último, decidió ir a la panadería a comprar unos panes, e intentar que le devolviera el libro a cambio de los panes.
Cuando volvió, el perro ya no estaba en las escaleras. Buscó otra vez, en el parque y lo vió debajo de uno de los árboles. Alcanzó a ver como el perro destrozaba el libro a mordisco y con las patas, y después se alejó. Isaabel muy triste y confundida se acercó a ver los pedazos del libro regados en el piso y se dió cuenta que todo estaba perdido; el único destino de esos pedazos fue la caneca de la basura.
Isaabel se devolvió muy triste a casa, y mientras caminaba, el perro apareció frente a ella. El perro quería jugar con ella, quedo mas confundida. El tamaño del perro la asustaba, pero la actitud juguetona la tranquilizaba. Isaabel, no había logrado reponerse de la pérdida del libro e intentó alejar el perro en varias ocasiones y no le obedeció.
El perro, la acompañó hasta la casa, intentando jugar con ella. Al llegar a la casa, Isaabel no lo dejó entrar ni al jardín, pero fue inútil, el perro saltó la cerca y siguió intentando jugar con ella. Por último, Isabel entró a la casa, y el perro se quedó afuera en el jardín. Llegó la noche y el perro seguía en la puerta esperando que Isaabel lo dejara entrar. Durmió al frente de la puerta hasta el amanecer.
Isaabel estaba decidida a no dejarlo entrar, pero decidió darle algo de comida. Ese día Isaabel salió varias veces a comprar algunas cosas y el perro la acompañaba. Todas las personas le preguntaban por el perro, y les decía que el perro se llamaba Paco y era un gran danés. Ese mismo día fue a la biblioteca y explicó lo sucedido. La bibliotecaria le dijo que podía comprar el libro en la librería de la biblioteca y se lo entregarían en tres días. Isabel decidió comprar dos libros del mismo título: uno para reponer el que daño Paco y otro para ella.
Esa noche, Paco se puso a aullar. Era un aullido de tristeza y de sufrimiento. Algunos vecinos, llamaron a Isaabel para que callará el perro. No encontró ninguna forma de que el perro dejara de aullar, y después, de escucharlo aullar casi una hora, decidió dejarlo entrar, Isaabel le acomodo un sitio para dormir en el garaje y Paco se alegró mucho.
Al otro día, Paco conoció la casa andando detrás de Isaabel. Isaabel se sentía muy bien con Paco, y empezó a considerar que viviera con ella. Lo único que le preocupaba era saber si Paco tenía algún dueño. Ese día, se dedicó averiguar de quien era el perro. Habló con muchas personas y nunca habían visto ese perro en el pueblo.
Al no encontrar, un dueño del perro, hizo que se entusiasmara con la idea de que se quedara con ella. Sus padres ya le habían dicho que ellos no se harían cargo del Paco y si decidía quedarse con Paco debería llevarlo a vivir con ella. La idea de llevarlo a vivir con ella en Fusagasugá fue la decisión más difícil, donde vivía en arriendo no le permitían tener perros. La solución fue cambiar de apartamento.
Cuando llegaron los libros que había comprado, Paco ya dormía con Isaabel en el mismo cuarto.